Ir al contenido principal

Destacado

No es un cuento

Juro por Dios que el maldito despertador no sonó. Odio levantarme así, empezar el día atropellada. ¿Me baño o no me baño? Ya son las 6:50 de la mañana, ¡Auxilio! Me figuró no bañarme, lavadita de cara, desodorante, loción y harto café a ver si se me quita esta cara de odio por la vida. ¿Dónde están las llaves del carro?, ¿Yo por qué seré así Señor? ¡Aquí están! Necesito uno de esos ganchitos para colgar cosas varias. Me fui. Adiós mi amorcito ¿Quién es un perrito dañino, ah?, ¿Quién? Lucía cerró la puerta de la casa. Llaves del carro entre los labios, bolso colgado en una mano, termo con café en la otra, moña en el pelo con la que había dormido y en secreto, una media diferente en cada pie. Siempre decía que se las tragaba la lavadora. Cuando se dio vuelta, vio una caja envuelta en papel amarillo en su entrada; tenía su nombre. Como la curiosidad era mucha y el afán también, se trepó con caja y todo al carro. Miró el reloj en el tablero: 7:15 de la mañana, tenía 15 minutos para

5:00 am

Una mañana de agosto con tonos azulados y rosas en el cielo, se mecía en su silla mientras miraba por la ventana. El té de jengibre ya estaba listo para servir. 

Pensó por un instante si pararse de su asiento para ir a buscar una taza, pero estaba tan absorta mirando al cielo que no apareció ni un mínimo impulso. 

De repente se escuchó una sirena, siempre había odiado ese sonido, era una alerta de desgracias. Se veían las luces rebotar en las paredes de las casas.

Sintió un nudo en el estómago, un nudo similar al que se siente cuando se tiene hambre o se está nervioso. 

Seguía inmóvil ante la escena de un cielo prometedor arruinado por una ambulancia. El olor a jengibre y panela llegó hasta su nariz, las luces y el sonido de la sirena se habían ido a atormentar a otros que también estuvieran contemplando el cielo. 

Solo quedaba su ser, el té, un cielo de agosto y el amargo sentir de una tragedia avistada.

Comentarios

Entradas populares