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5:00 am
Una mañana de agosto con tonos azulados y rosas en el cielo, se mecía en su silla mientras miraba por la ventana. El té de jengibre ya estaba listo para servir.
Pensó por un instante si pararse de su asiento para ir a buscar una taza, pero estaba tan absorta mirando al cielo que no apareció ni un mínimo impulso.
De repente se escuchó una sirena, siempre había odiado ese sonido, era una alerta de desgracias. Se veían las luces rebotar en las paredes de las casas.
Sintió un nudo en el estómago, un nudo similar al que se siente cuando se tiene hambre o se está nervioso.
Seguía inmóvil ante la escena de un cielo prometedor arruinado por una ambulancia. El olor a jengibre y panela llegó hasta su nariz, las luces y el sonido de la sirena se habían ido a atormentar a otros que también estuvieran contemplando el cielo.
Solo quedaba su ser, el té, un cielo de agosto y el amargo sentir de una tragedia avistada.
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