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No es un cuento

Juro por Dios que el maldito despertador no sonó. Odio levantarme así, empezar el día atropellada. ¿Me baño o no me baño? Ya son las 6:50 de la mañana, ¡Auxilio! Me figuró no bañarme, lavadita de cara, desodorante, loción y harto café a ver si se me quita esta cara de odio por la vida. ¿Dónde están las llaves del carro?, ¿Yo por qué seré así Señor? ¡Aquí están! Necesito uno de esos ganchitos para colgar cosas varias. Me fui. Adiós mi amorcito ¿Quién es un perrito dañino, ah?, ¿Quién? Lucía cerró la puerta de la casa. Llaves del carro entre los labios, bolso colgado en una mano, termo con café en la otra, moña en el pelo con la que había dormido y en secreto, una media diferente en cada pie. Siempre decía que se las tragaba la lavadora. Cuando se dio vuelta, vio una caja envuelta en papel amarillo en su entrada; tenía su nombre. Como la curiosidad era mucha y el afán también, se trepó con caja y todo al carro. Miró el reloj en el tablero: 7:15 de la mañana, tenía 15 minutos para

Casi sagrados

 –África, la mejor opción es África– dice Tomás.

–Preferiría ir a Asia, la verdad– responde Miguel mientras mira el globo terráqueo que tiene en su repisa.

–Resolvamos esto de manera simple. Piedra, papel o tijera. Si usted gana, vamos a África y usted decide el país. Y si yo gano, vamos a Asia. Pero de una vez le digo, vamos a resultar en Vietnam, así que aliste pantaloneta y camisilla porque el calor que hace allá, es mucho.


Tomás volteo los ojos y puso su mano derecha detrás de la espalda.

–¿Piedra, papel o tijera?– gritaron ambos con un tono de burla y emoción.

Miguel sacó piedra, Tomás papel y con este absurdo juego este par de hermanos se fueron Al Congo.

Tomás y Miguel son hermanos gemelos. Decidieron planear un viaje cuando se encontraban en la universidad pero no fue hasta que ambos se hartaron y renunciaron a su trabajo, seis años después, que pudieron hacerlo. Ahorros, liquidaciones y un futuro incierto los llevaron un mes Al Congo.

–Pilas con lo que empaca Tomás que yo no le voy a cargar maletas a nadie– le repitió Miguel más de cinco veces a su hermano que ya se estaba emocionando con el equipaje.

Con sombrero colgado en la espalda y mochila, este par empezó su viaje rumbo Al Congo. 

¿Por qué Al Congo se preguntarán?. Tomás había visto varios documentales acerca de los Dandis del Congo, un grupo de personas que visten con trajes de las marcas más costosas del mundo: Gucci, Armani, Versace, y los lucen en las calles con mucho estilo y glamour. 

–La moda es una adicción para ellos– le explica Tomás a su hermano.

Él quería verlos, registrarlos en cámara y tratar de hablar con ellos con el francés que había aprendido en el instituto años atrás.

Después de unas 40 horas de viaje, entre vuelos y escalas, llegaron Al Congo. Allí, los esperaba Memba, el hombre de la agencia de viajes que sería su guía. Memba les ayudó con las maletas y los dirigió a un carro que los transportaría al hotel. 

–¿Hablan francés?– les preguntó Memba mientras los miraba por el espejo retrovisor.

–Si, un poco– le dijo Tomás en francés muy emocionado.

–¿Ustedes son hermanos gemelos verdad? 

–Mmm si– respondió Tomás entre risas. Se parecían tanto que la pregunta le causó mucha gracia.

–Ustedes aquí son seres especiales– les comenzó a explicar Memba, –casi sagrados. No dejarán de mirarlos por las calles, de ofrecerles presentes.

Tomás estaba sorprendido. –¿Este man hablará enserio?–  se preguntó Tomás.

–¿Cómo es eso de que somos sagrados? 

–Los gemelos representan la dualidad, la tensión o el equilibrio entre fuerzas emparejadas o contrarias, que es básica para la vida.

– Increíble–  dijo Tomás. No tenía ni idea.

Tomás sintió la mirada de su hermano.

–Tomás cuente a ver que le dijo– le dijo Miguel ya desesperado.

–Ahora le cuento, pero le digo una cosa, agradézcame que saqué papel.

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