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No es un cuento

Juro por Dios que el maldito despertador no sonó. Odio levantarme así, empezar el día atropellada. ¿Me baño o no me baño? Ya son las 6:50 de la mañana, ¡Auxilio! Me figuró no bañarme, lavadita de cara, desodorante, loción y harto café a ver si se me quita esta cara de odio por la vida. ¿Dónde están las llaves del carro?, ¿Yo por qué seré así Señor? ¡Aquí están! Necesito uno de esos ganchitos para colgar cosas varias. Me fui. Adiós mi amorcito ¿Quién es un perrito dañino, ah?, ¿Quién? Lucía cerró la puerta de la casa. Llaves del carro entre los labios, bolso colgado en una mano, termo con café en la otra, moña en el pelo con la que había dormido y en secreto, una media diferente en cada pie. Siempre decía que se las tragaba la lavadora. Cuando se dio vuelta, vio una caja envuelta en papel amarillo en su entrada; tenía su nombre. Como la curiosidad era mucha y el afán también, se trepó con caja y todo al carro. Miró el reloj en el tablero: 7:15 de la mañana, tenía 15 minutos para

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